Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
En realidad el título de un artículo que Roland Barthes escribió en 1973, Variaciones sobre la escritura se presenta como una recopilación de textos de su autor, inéditos en castellano, que abarcan el fenómeno en cuestión desde todas las perspectivas temas como la gramática y la lingüística, por supuesto, pero también autores como Benveniste, Jakobson o Laporte, estructuran un mosaico teórico en el que también caben notas sobre las propias reflexiones de Barthes al respecto o incluso comentarios tan poco usuales como el dedicado al diccionario Hachette. Desde su perspectiva de semiólogo, Barthes contempla la escritura no como un procedimiento que utilizamos para inmovilizar y fijar el lenguaje articulado, de naturaleza siempre fugitiva. Muy al contrario, para él la escritura rebasa considerablemente y, por así decirlo, estatutariamente, no sólo el lenguaje oral, sino también el lenguaje mismo, si lo encerramos, como quieren la mayoría de los linguistas, en una pura función de comunicación. La reflexión que se establece a partir de aquí es, como siempre en el caso de Barthes, tan atrevida como transgresora, pues acaba convirtiendo sus propios textos en un acto creativo mucho más allá del análisis erudito.