La historia de la pintura mexicana ha sido explicada a partir de la gran narrativa del nacionalismo. Sin embargo, los artistas han demostrado que pueden transitar lo mismo por el camino del arte comprometido con la sociedad y con un determinado lenguaje visual que por otro más personal atento a las vanguardias europeas. Esa retroalimentación es necesaria en el examen de la llamada Escuela Mexicana de Pintura. La obra del pintor jalisciense Jesús Guerrero Galván es un claro ejemplo de esto: sus fuentes e inspiración iconográficas no sólo se nutrían de un arte nacionalista, sino que también adoptó y dio continuidad a la tradición clásica. La lectura que Guerrero Galván hizo de la obra del Renacimiento y la época del revival clásico de vanguardia de Pablo Picasso, lo introduce en los terrenos de la recreación, entendida como la producción de una cosa nueva a partir de algo dado, sin que por ello carezca de originalidad, ya que no se trata de una sencilla copia o imitación si hay suficiente sensibilidad e inteligencia.