Esta obra no sólo es un homenaje a la vida y la obra de Yukio Mishima, el novelista, dramaturgo y activista japonés que cometiera el haraquiri de manera pública como un medio de protesta extrema. Mishima nos acerca a los tiempos de muerte y a los tiempos rituales del teatro japonés desde una versión contemporánea, hecho que destacara el director Abraham Oceransky en la memorable puesta en escena de este texto.