Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
En la obra de la escultora Tosia, la armonía de las formas que adquiere el material es un vocabulario musical que rompe el pentagrama de la espátula lo mismo que del cincel, del tacto igual del oído y del gusto. Tosia presenta una obra total en la que la escultura adquiere sentido mediante la movilidad y la sensualidad de los actores y actrices esculpidos por la mano certera de la artista. Ejercicios de cinco, diez, quince o veinte dedos que van de la pose a la concreción mediante parábolas inteligibles: con ellas Tosia nos da su concepto multicelular del mundo que le ha tocado vivir: esa especie de impresionismo-expresionismo que se interna en la abstracción para volverse elocuente ante los ojos del mundo. Sus temas favoritos son la ternura de la tarde que cae, la fortaleza de los amantes trenzados, el vigor del viento llevando por el mundo lamentaciones jeremiacas. Son también las noches reclinadas en el desnudo total, y tantas metáforas que Tosia rompe para con ello demostrar la banalidad mediante el llanto, la risa, la sombra, la displicencia de Penélope en la espera infinita, mediante asomos al abismo, y todo ello con un movimiento inacabable y un equilibrio perfecto.Es por eso que, en el conjunto de su vasta obra, persiste lo humano como símbolo y punto de enlace. La masa vuelta energía enlazada en lo individual igual que en lo colectivo, vigente en hechos coherentes que proponen silencios y armonías al alcance de la mano, y así entregarnos fuego, aire, luz, tierras sedentarias o heroicas de tantas dimensiones como significados plurales del vivir. Emoción contenida e impulso desatado parecen ser las coordenadas en las que Tosia precisa sus acciones escultóricas. Coordenadas, también, de los acumulados años de su vida en el arte.HÉCTOR AZAR