Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
El hombre sin adjetivos y otras obras sin importancia reúne cuatro piezas dramáticas de Mario Cantú Toscano, tres de ellas ya estrenadas con gran éxito, en las que se aprecian los valores literarios que han distinguido a este autor regiomontano. Con excepción de Edipo güey, farsa iconoclasta sobre el emblemático héroe, encontramos tragicomedias protagonizadas por contemporáneos nuestros, miembros de una comunidad urbana de profesionistas víctimas de la insatisfacción y el absurdo; personajes que consideran extintos sus sentimientos pero experimentan dudas religiosas y existenciales, con amores y frustaciones que la angustia puede resolver en el suicidio. El puntual manejo de planos narrativos y de registros cómicos en los parlamentos libera la tensión dramática y brinda al argumento cierto ritmo cuya aparente trivialidad oculta un desenlace inesperado.
