En los primeros años de la década de los noventa, en la ciudad de México, la instalación tuvo más auge, empleada e impulsada por jóvenes creadores nacionales, básicamente en recintos independientes generados por ellos mismos al no encontrar cabida real en instituciones oficiales. Con frecuencia se escucharon opiniones de que la instalación rompe "con los soportes tradicionales del arte", sobre todo con los límites espaciales de la escultura y con la bidimensionales de la pintura. Sin embargo, el cambio radical con respecto a las "artes tradicionales" es que supone la participación vivencial del público, y lo incluye de modo tal que queda implicado en la obra. En la presente edición se explora y se aproxima al arte mexicano de cuatro mujeres en los años noventa, desde dos coordenadas: la propuesta neoconceptual del arte instalativo y su convergencia en el cambio de mirada que significó la revisión de los códigos feministas, así como su apertura a nuevos planteamientos de género. El ensayo se orienta a valorar si hubo o no un giro, un quiebre o una complejización de las concepciones de género que se presentaban en las formas de arte anteriores. La intención no fue revelar una supuesta "esencia" de lo femenino o de los masculino y luego abordar las obras, ni ceñirse a una determinada definición de arte, sino acercarse al modo en que estas categorías pudieran funcionar en el trabajo instalativo de estas artistas