Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
La autora ha hecho una contribución original y sustantiva a la historia regional y al análisis arquitectónico, merced a la figura de un funcionario y arquitecto situado en la coyuntura de las transformaciones y reformas borbónicas o en el arranque de la segunda mitad del siglo XVIII. Hasta ahora Cleere era un sujeto que había permanecido desdibujado e incluso había sido denotado por la historiografía del arte. Este libro es fruto de compromiso disciplinar con la historia social del arte y es muestra de la posibilidad de escribir un relato de la arquitectura de manera integral en clave política, cultural y simbólica. Este libro rebasa la expectativa de una monografía convencional en cada monumento se traza un vivido cuadro de historia social y regional empleando el ojo de la época. Aquí se discute autoría, formación, condiciones urbanas, intencionalidad, tecnología, tipología, función, lenguaje ornamental, significados figurativos, aventura y, en lo posible, la recepción de los espacios de cada edificio. Brinda un relato de dimensión amplia, explorando la relación dialéctica entre documento-monumento y logra determinar los alcances de un lenguaje estilístico local. Esta relación permite abordar problemáticas más complejas del entramado social y político de aquí el momento y entender la yuxtaposición de las propuestas estéticas que convergían en cada tipo de edificio. Ya se verá cómo Cleere es un creador nacional y visionario que anticipa y perfila los tiempos por venir; un administrador y constructor que configura el rostro urbano del estado borbónico, pero que también satisface las expectativas del gusto local y sus demandas de identidad criolla. EL lector hallará, en suma, una propuesta renovadora para estudiar los usos de las tipologías arquitectónicas explicando uno de los problemas más difíciles: la expresión de un lenguaje desde su propio contexto.
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