Los textos aquí reunidos parten de una consideración elemental: la obra no es la deriva de una representación, es un bloque de sensaciones, afecciones, tramas y dramas que instituye un movimiento único y singular. Este movimiento encuentra su despliegue y razón de ser en la propia escena teatra y no en su afuera. La puesta en escena de cada obra crea un campo de sentido único, es decir, lo que acontece en ella adquiere su sentido pleno sólo en el espacio creado por ese campo. Un espacio definido por cuerpos, palabras, luz, sonido y texturas.