Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Nuestra sociedad en el punto de mira del creador de Los conejitos suicidas
Tres camareros en una cafetería: el treintañero decaído, la glotona enamoradiza, el bobalicón tocapelotas. Aburridos, hastiados, quemados, no les queda más remedio que pasarse el día observando a la gente y sus manías, pero también sus propios ombligos. Andy Riley hace brotar de esta miseria laboral y vital situaciones de lo más jocosas y, sobre todo, verdades como puños.
El creador de Los conejitos suicidas deja de lado esta vez los animalitos y el humor absurdo para retratar con una mirada sarcástica nuestra sociedad capitalista, en perpetua evolución, en la que parece que sólo importan las apariencias, la alta tecnología y la eterna juventud. Comprobarás lo rápido que está cambiando la civilización, apunta el autor. Pero lo hace de manera ligera, sin tomárselo demasiado en serio, con un acerado sentido de la observación y como siempre mucho humor.
Quemados recopila las tiras aparecidas entre 2002 y 2007 en el semanal británico The Observer, que el propio Andy Riley describe de esta manera: Sus nombres son Karl, Lottie y Nev, y trabajan en una cafetería. Es lo único que necesitáis saber. En realidad, ni siquiera necesitáis saber sus nombres; sólo necesitáis reconocer el tipo de personas que son ( ). Llevo cinco años dibujándolos, retratando sus torpes intentos por mantenerse a la última.