Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
En el Hollywood de los años 40, 50 y 60 del pasado siglo, fuera del plató muchos de los actores y actrices llevaban secretamente una vida muy desenfrenada, y un hombre en particular les ayudaba a hacerlo: Scotty Bowers. Scotty se acostó con numerosas estrellas y puso en contacto a otras con sus amigos jóvenes, atractivos y sexualmente desinhibidos. Un día, mientras trabajaba en una gasolinera, se le acercó y le ligó el actor Walter Pidgeon, que se lo llevó sin más a la villa de un amigo, donde pasaron una tarde de piscina, sol y sexo. Fue el primero de muchos encuentros que tuvo Scotty con los ricos y famosos de Hollywood como Noël Coward, Katharine Hepburn, Rita Hayworth, Cary Grant, Montgomery Clift, Vivien Leigh o Edith Piaf. El libro, con prólogo de Román Gubern, es la crónica fascinante del underground sexual de Hollywood.
«Scotty no miente las estrellas lo hacen a veces y conoció a todo el mundo» (Gore Vidal).
«Un relato picaresco que desvela sin tapujos escándalos sexuales largamente escondidos durante los años dorados de Hollywood» (John Rechy).
«Un excelente complemento de Hollywood Babilonia de Kenneth Anger» (Román Gubern).