Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Como todo buen cronista, David Lida permite que sean los propios personajes y situaciones los que hablen, sin emitir juicios o ensalzarlos. Los retrata como son y de esta manera nos comparte una mirada personal que se ha posado tanto en los lugares más recónditos e inhóspitos de la ciudad como en aquellos protagonistas que por ser tan cotidianos y visibles escapan a nuestra atención.Aborda con la misma precisión y desapego a unos mercaderes de parafernalia nazi en el mercado de La Lagunilla, los «lagunazis», a un músico de un trío que no triunfó en Hollywood porque el presidente del sindicato de actores de ese entonces, Charlton Heston, les prohibió quedarse allá, al pintor irlandés Phil Kelly o a una de las máximas socialités de nuestro país. De esta forma, a partir de una colección de lúcidas estampas, logra configurar una imagen nítida y de contornos difusos, que es fiel a lo que se refleja: la ciudad de México en su inabarcable e inagotable diversidad.