Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
El académico y documentalista Carlos Mendoza sitúa al documental contemporáneo frente a sus fronteras, espejos e intentos de acotarlo o mediatizarlo con modas y redefiniciones, para establecer distancia frente al documental clásico, aquel que se asume como herramienta comprometida en construir una visión del mundo y aportar conocimiento sobre las diversas realidades humanas. Avatar puede ser una transformacion o cambio de una persona o hecho, pero tambien puede ser visto como remedo o simulación, Así Mendoza nos alerta, en los cinco ensayos del volumen, sobre los riesgos de que el juego de novedades y esteticismos alejen al documental de su referente real. Mas que atacar al documental de vanguardia denominado generalmente cine de no ficción, el autor advierte sobre el intento de su imposicion a travéz de foros, festivales, premios y demas ventanas de exhibicion. Se trata de un documental y de una retórica que lo promociona que subraya una estética eurocentrista posmoderna, que minimiza los problemas sociales, particularmente locales, que mitifica el escepticismo y las temáticas individualistas y sobredimenciona un sentido artístico del documental. Avatares del contemporáneo mantiene el debate sobre este cine como instrumento de cambio o punto de reflexión y sobre las complejas relaciones entre objetividad y subjetividad que, si bien inherentes al propio documental y a la mirada de sus realizadores, pareciera justificar el divorcio con el compromiso social que subyace en la no ficción de vanguardia, desde donde se fomenta el mercantilismo, y la figura del cine de autor, el entretenimiento e, incluso, la desinformación.