El Buscón ha sido visto como un libro aparte en la obra de Quevedo como un miembro de otra familia, la de Lazarillo de Tormes (1554, aunque escrita veinticinco años antes) y Guzmán de Alfarache (1599), sus antecesores. Una vertiente narrativa, la novela picaresca, fundada en la identidad de caracteres, asuntos y filosofía, más aún que en la afinidad de formas. Así se ha querido subrayar, en la historia de Quevedo, los orígenes de Pablos; la subordinación a la que lo entrega la penuria; la sucesión de las aventuras, los personajes y los lugares; la miseria que encuentra en todos lados; la comicidad y la ironía; la amargura y los desengaños; el ingenio en lucha con la moral, nunca vencido por la moral, que distingue a la "vida buscona", a la "profesión de la vida barata". " La mejor vida que hallo haber pasado", llamará Pablos a sus trapacerías en Alcalá de Henares.
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