En El cordoncito, el autor nos lleva por el mundo concreto y a la vez fantástico de un niño de barrio, recurriendo a la repetición y a la forma circular del cuento: anda que andarás, anda que andarás..., en recuerdo quizás, de aquellas viejas historias que le contaba su hermana Celia en el patio de la casa mientras sus hermanos hacían tortas de lodo que secaban al sol.