Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
".. Su tierra prometida no estaba en territorio alguno, sino en los libros: era la cultura y la lengua de Espa±a y Am#rica.
De esa patria espiritual lo fue casi todo: inventor y profeta, descubridor y conquistador, historiador y cronista, misionero y maestro". As# caracteriza el historiador Enrique Krauze a Pedro Henr#quez Ure±a (Santo Domingo 1884 - Buesnos Aires 1946), quien, de joven, fue el alma de una de las generaciones de mayor val#a intelectual que ha dado M#xico: el Ateneo de M#xico. Los miembros de esa hermandad, activa y unida entre 1907 y 1914, y 1920 y 1923, lo llamaban "nuestro s#crates"...