Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Este libro de poesía busca enlazar los múltiples diálogos de las cosas dentro de un universo íntimo. La palpitación vital se halla en el escondrijo de la existencia, ante la distancia de un mundo que parece seguir de largo. Las locuras y las quimeras convergen en el espacio de los deseos por superar este cruel distanciamiento, sofocando en el camino interior toda desesperación, todo contagio de indiferencia. Saber convivir con la incertidumbre es reafirmar la identidad y, al mismo tiempo, abrirse a la esperanza, a ese "ser todo lo que podemos ser", así como poder mirar el mundo que nos toca con ojos ávidos y a la vez serenos, sin soslayar el carnaval de las lamentaciones. Sin caer en la melancolía, pero sin ceder tampoco a cualquier rudeza en la voz y en la entonación, Miguel Ángel Ortiz registra en su bitácora el paso de las cosas y sus claroscuros. El jurado calificador del Premio Nacional de Poesía Joven Elías Nandino 2005, compuesto por los poetas Luis Armenta Malpica, Myriam Moscona y Raúl Renán, concedió el galardón a El cuaderno de las resignaciones "por la transparencia de su lenguaje y por el hallazgo de un tono sustentado a lo largo de la obra
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