Alfonso Reyes dijo de Goethe que si pecó por algo fue por querer aplicarlo todo al alcance de los sentidos, negándose a la mano oscura de la matemática o a las abstracciones filosóficas, y agregó: "nunca quiso pensar en el pensamiento, sino sólo en las cosas". Con su jugosa exposición, Alfonso Reyes nos pinta la existencia, obra y contorno del genio creador de Fausto.
Bajo el seudónimo de Saint-John Perse, Alexis Saint-Léger fue reconocido -a partir de la publicación de su Anábasis en 1924- como uno de los grandes poetas de todos los tiempos. Años atrás, habían aparecido en la Nouvelle Revue Française sus primicias, reunidas más tarde en el libro Elogios (1911). Sin duda se trata de su obra más intensa y vivaz.El primer libro de Perse celebra dos mitos que desde Baudelaire son tradicionalmente confundidos: el Edén y el paraíso de la niñez, que para el joven Alexis se compenetran con un lugar real, puesto que contó con la fortuna de nacer y vivir de niño en una isla del Caribe, Guadalupe, donde todo --clima, flora, fauna, pobladores-- evocaba el paraíso terrenal. Para el niño de los poemas el mundo es una fiesta a la que no han sido convidados el bien ni el mal; llora a veces, es cierto, pero desconoce el verdadero dolor, ya que su universo es de esencia sensual: vive en la amistad de sus rodillas, presa de sucesivos deslumbramientos o en la experiencia sobrecogedora del éxtasis.En Elogios el niño bañado de aire libre ve el mundo tumbado sobre sus espaldas, a ras del suelo, y su ingenua visión amalgama cielo y tierra, palmeras y radiantes piernas desnudas; el color verde, multiplicado por todas partes; la luz, compuesta de reflejos. Las anotaciones en extremo concretas y las referencias más precisas forman un mundo teñido de una palmaria y contagiosa sensualidad.