Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Durante muchos años se pensó que las culturas precolombinas sólo se habían desarrollado en el centro y el sur de México; sin embargo, mucho más allá, en el norte del país, habitaron comunidades distintas y distantes de los habitantes de Mesoamérica. A estos territorios llegaron algunos sacerdotes que creyeron que su misión era llevar la nueva religión a la "gente más bárbara del orbe". El jesuita Ignaz Pfefferkorn fue uno de ellos.Pfefferkorn era misionero en Sonora cuando los jesuitas fueron expulsados po rla Corona. Ya en el exilio escribió esta extraordinaria obra que muestra a los indígenas que habitaban el norte lejano, al tiempo que ofrece un espléndido retrato de cómo algunos sacerdotes comprendieron a los naturales del México septentrional.