Desde sus primeros libros, Juan Gelman ha encontrado en el habla infantil una forma de indagar esas pequeñas figuras del lenguaje que le habren paso a la poesía. De este hablar niñeando, hablar forjado en una zona preverbal, surgen voces que son clave para explorar el peculiar universo de uno de los poetas más deslumbrantes y más influyentes de las ultimas décadas: amorar, primavera, mandar, verbos afines a la necesidad de aboir ciertas pautas culturales y gramaticales que nos alejan de la esencial evocación de toda poesía: nombrar lo que no sabemos nombrar, decir lo indecible.En un poema de 1982 que redactó en Roma, Gelman acuña el verbo que ahora sirve de título a este nuevo libro: "y la pasión mundada como loca en tu voz", nos dice a propósito de "la negra Diana", compañera rebelde asesinada en la Argentina. ¿Y qué podrián buscar sus verdugos, los promotores del no mundo, sino sofocar ciertas maneras de decirle que si a la lucha, a la ternura, a la belleza? "Pero la muerte", nos aclara puntual el poeta, adolesce de varios defectos, más de un cuarto de siglo después, "el verbo anómalo y certero ratifica su visión afirmativa, su necesidad de oponerse, de nuevo y todavía, a todo lo que apuesta contra las cosas imprescindibles que soporta el mundo: el pato salvaje que cruca el cielo como una ilusión: el amor que se besa en los puentes; el sencillo callejon de la espera; el sol joven que cesa la vida de la muerte; la hermosura de las calles; los mares, la s mareas y todas esas tramas que hacen que el mundo no sea más que mundo..." en ninguna otra cosa".