Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Alma Reed conoció por primera vez a Carrillo Puerto en una recepción oficial brindada a los científicos y exploradores estadounidenses, o los "yucatólogos" (como los llamaron en el medio local), que integraban la expedición arqueológica cubierta por ella como reportera. Luego de ser presentada con el gobernador Carrillo Puerto, la periodista se acercó al general brigadier William Barclay Parsons, miembro de la junta directiva del Instituto Carnegie y el integrante de mayor jerarquía en el grupo, para comentarle la impresión que le había provocado el gobernador. Parsons, un ingeniero de vías férreas, creador del sistema del tren subterráneo de Nueva York, supo expresar la reacción de asombro que era evidente en todos sus compañeros expedicionarios al murmurar al oído de Reed: "Éste es el dragón rojo más atractivo que yo haya visto en cualquiera de mis safaris". ¿Qué le parece a usted, jovencita?? Con total convicción y sin dudarlo, ella respondió: "Él es mi idea de un dios griego". Por su parte, el amor que su "niña periodista" despertó en Carrillo Puerto lo condujo a traducir el nombre y el apellido de Alma al maya yucateco: Pixan (Alma) Halal (Reed, caña en español).
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