Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
En este libro el autor presenta una nueva imagen de la implantación de justicia durante el Porfiriato. Hasta la actualidad, la historiografía ha transmitido una explicación de caracteres personalista que señala que el mal funcionamiento provenía de la subordinación de los jueces a la autoridad de Díaz y a las élites. Sin embargo las críticas al sistema de justicia provenían de dos fuentes. Por una parte, los simpatizantes del régimen sostenían que el deficiente funcionamiento del ¿aparato¿ de justicia era una variable independiente del sistema político. Por otro lado, para los opositores, los males eran mayores; la justicia era una variable dependiente del régimen y, por lo mismo, responsabilidad de Díaz. En general el trabajo busca demostrar que el mal funcionamiento de la justicia en el Porfiriato tiene su origen en la combinación de distintos factores que van más allá de la actuación de la voluntad de una persona o de un grupo dominante.