En esa época llamada periodo especial que se deriva, en parte, por la disolución de la URSS que le deja de dar apoyo económico a Cuba, la protagonista de Un lugar sin alegría, tal vez por amor a un hombre veinte años mayor que ella, decide quedarse a vivir de manera ilegal en La Habana y, a la postre, le ofrece al lector un relato entre autobiográfico e intimista de los años más críticos de la Revolución en su ámbito social, novela en la que el discreto encanto de la decadencia mezcla el pasado y el presente de una realidad que, pese a sus carencias de diversa índole, posee un dejo de nostalgia, de confidencia acrítica, de una isla y sus habitantes en la lucha cotidiana de sobrevivir el día a día.