Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
En 1953, en una reseña, Ignacio Aldecoa afirmaba: El tiempo, ese gran fantasma, no desata nada, anuda. El tiempo, ese gran contable no borra, hace surco con su milagroso lápiz. Un gran surco dejó abierto Ignacio Aldecoa en 1969, un camino por el que la narrativa española ha podido avanzar y fructificar, gracias a la labor realizada, entre otros, por nuestro autor y sus compañeros de generación, la denominada generación del medio siglo o los niños de la guerra. Una generación más tarde, junto a una antología escogida de sus relatos, Aldecoa es analizado y estudiado en este volumen por una excelente representación de continuadores: Fernando Aramburu, Luis Mateo Díez, José María Merino, entre otros.