Elemento indispensable en la formación de toda persona culta sigue siendo hoy el conocimiento de las letras clásicas. El autor traza aquà un panorama de la literatura latina sin omitir nada esencial y dando una clara idea de las figuras y corrientes.
No leo el mundo, lo habito; lo habito en su misterio acogedor o siniestro. No lo pronuncio ni lo doy a luz en forma alguna; me habita o al menos me visita. Viene de dentro de mí y desde fuera, traspasando la membrana que soy, como una vela translúcida y delgada que agita el aire, como una cuerda tensada entre los extremos de un arpa ósea. Carmen Leñero compara dos formas de crear ficción: el relato (representado aquí por la novela, que en general se despliega como itinerario y viaje rememorado, ocurrido en un allá y entonces) y la representación dramática (la pieza teatral canónica, construida sobre un antagonismo o conflicto que se da a ver en el aquí y ahora del espectador). Su reflexión propone considerar los géneros literarios no como fórmulas externas de escritura, sino como formas de imaginación distintas y modos especiales de vincularse con el receptor, pidiendo de él cierto ejercicio del intelecto, cierta disposición de ánimo y presencia. Leñero explora, pues, la intrínseca afinidad entre tema y expresión; entre experiencia perceptiva, cognoscitiva y modalidad de transmisión.