Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Por surgir en un mismo territorio, por vivir bajo el mismo clima, dentro de un marco institucional común y por ser resultado de una historia compartida, las literaturas canadienses anglófona y francófona articulan una serie de valores gracias a los cuales han logrado, al cabo de los años, una convivencia pacífica y respetuosa. En este sentido, si bien existen esos puntos de encuentro, resulta imposible pasar por alto las especificidades culturales de cada comunidad pues la interacción no siempre se da en términos satisfactorios para todos