Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
«Está en mi carácter, y ya lo he dicho en muchas entrevistas: nunca, en ninguna circunstancia he olvidado que en la verdad de mi alma no soy nadie más que uno de los dieciséis hijos del telegrafista de Aracataca.» Todo el enigma del trópico latinoamericano se puede reducir a la fragancia de una guayaba podrida, afirma Gabriel García Márquez a Plinio Apuleyo Mendoza, su amigo desde la juventud; descubre también lo que piensa de la literatura, la fama, la política, el poder, las mujeres, su amistad con Fidel Castro, Mitterrand y Torrijos, así como de su compromiso en la defensa de los derechos humanos, en una conversación reveladora, apasionante, que conserva su relevancia y frescura aun después de casi treinta años de haber tenido lugar.