Los cuentos de Amparo Dávila (Pinos, Zacatecas, 1928) funcionan más o menos de este modo:Hay un personaje, mujer u hombre, y el personaje padece su tiesa rutina: o las labores domésticas, o el trabajo burocrático, o la inmutable secuencia de días y semanas.Hay serenidad y hastío hasta que algo ocurre y, de pronto, todo cambia: o el ama de casa enferma, o la secretaria abandona su trabajo, o el burócrata, al fin libre de la repetición, enloquece.