Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Fue nuestro Baudelaire, nuestro Apollinaire... Elevó la canción a la categoría de arte, dijo en su entierro François Miterrand, y la comparación con los malditos le siente bien a Serge Gainsbourg. Autor de algunas de las más bellas canciones del siglo XX, también escribió una novela única, disparatada, cínica y filosófica, un homenaje a la pintura y la escatología en el París de los años sesenta. En palabras de John Zorn: Nunca ha leído nada igual. Evguénie Sokolov le dará escalofríos. Le dará risa. Es probable que también le dé asco. La visión de Gainsbourg es única: auténtica y convulsiva. Pero no olvide taparse la nariz.