Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Lampedusa, reticente siempre a escribir, fue, en cambio, pródigo a leer. Muestra personalísima de ese talento lector es este retrato de Byron como joven poeta metido a cachorro de héroe. Al margen de la crítica literaria y de la especulación teórica, se nos ofrece un ejercicio de lectura traspasado de ironía, penetración y sentido del humor, cualidades éstas que Lampedusa apreciaba en los escritores y letras ingleses, ya fueran grossio magri. Este siciliano que añoraba para su isla la suerte de aquella otra más verde, encontró en la biografía de Byron la profesión del culto amor-odio hacia la tierra materna y, en sus obras, el desencanto que ilustra lo efímero de la gloria literaria y de la condición humana. Afinidad, identificación, hermanamiento, es decir, la forma más placentera y libre de leer.