Cautiverio comienza en un oasis: en la alegría de un domingo carcelario de visita y, a través del dolor, esta veta no lo abandona. En el cinturón de los asteroides, entre Marte y Júpiter, zona simbólica que rige este libro, no hay música de las estrellas: hay música de cicatrices, pero no llantos y quejas: hay amistad, amor, risas y carcajadas. Una misma mitología, una misma verdad, real, pero simbólica y alegórica, domina todos los poemas, tanto a los que trascurren dentro de la cárcel como los que la anteceden o sobreviven más allá de sus muros