Elemento indispensable en la formación de toda persona culta sigue siendo hoy el conocimiento de las letras clásicas. El autor traza aquà un panorama de la literatura latina sin omitir nada esencial y dando una clara idea de las figuras y corrientes.
Por este Adán nombrado Sitio del verano, se negoció un movimiento acorde, coordinado, de lo particular visible a lo espiritual intuido, que hace que un cúmulo de veranos personales que arrancan de la infancia y desembocan en un mar general de vejez, procure un sitio, una casa mayor donde reiniciar, cual reencarnación siguiente o quizás final, una vida “otra” y trascendente, vida del Espíritu. Para ello, el poeta grita, para escucharse en cada eco; grito que retrotrae (paso primero) al árbol de la infancia, a capulines que en familia fueron a recoger, y lleva a esa casa deseada como casa final que “quedaría vacía” para poder entrar a reiniciar el ciclo de los veranos, que no son unos veranos sino el verano eterno y dichoso, Escribiendo con mano manumitida, mano de manumisión, en un sitio que es el sitio, el libro, la casa: oráculo, intuición primera y última.