Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Esta obra amplía nuestra comprensión del creador de obras maestras del cine como El acorazado Potémkin, La huelga o Iván el Terrible. Pero más allá de esta comprensión Memorias inmorales revela, como no lo hizo ninguna otra de sus obras antes publicadas, la esencia de Eisenstein: su personalidad mercurial, la asombrosa amplitud de sus viajes y relaciones, los procesos creadores de su singular imaginación, su papel en la Revolución rusa y en la construcción de la sociedad que surgió después.
Porque Memorias inmorales es mucho más que una memoria altanera. Es un vívida, excéntrica y vital excursión al alma de un genio que recibió la más rara de todas las oprotunidades artísticas: la posiblidad de crear no sólo un conjunto de trabajos, sino toda una nueva forma de arte. Escritas en un estilo altamente emocional y asociativo, reminiscente de sus técnicas cinematográficas de montaje, Memorias inmorales es una fiesta para los sentidos, tanto como para el intelecto.