Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Cuando Yúsuf se detiene a contemplar sus viejas fotografías se dice a sí mismo que tiene más de ochenta años, la mayor parte de los cuales son pasado. Que él, a fin de cuentas, está hecho de pasado, y no hace sino pensar en su juventud, en su familia descompuesta y en sus amores huidos. Pero también piensa en su ciudad. Bagdad es atentados, pero no solo. Bagdad es fanatismo, pero no solo. Bagdad es exaltación, pero no solo. La capital de Irak también ha sabido brillar. Por su parte, Maha, al escuchar a su tío, solo puede reprocharle su ceguera: Hay alguien capaz de tener esperanzas en un lugar como este, Cómo hacerlo en un país empeñado en acabar consigo mismo, Cómo en esta ciudad, donde la pantalla del televisor nos anuncia los muertos del día y la del ordenador nos muestra la prosperidad de la familia emigrada Fragmentos de Bagdad es un muy particular acercamiento a una de las grandes ciudades con más pasado y, solo en apariencia, con menos presente.