Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Miguel Ángel Asturias recreó la tradición prehispánica guatemalteca. La memoria ancestral, desconocida, quedó, gracias a su obra, incorporada a la aventura artística y cedió el papel de protagonistas de la ficción a los desheredados de la historia. Las antiguas historias del Quiché relatan que, en el alba del mundo, los dioses fracasaron varias veces en el empeño de crear al hombre, hasta que dieron con la sustancia adecuada para formar a la criatura definitiva: el maíz. Desde el título mismo, esta obra proclama su filiación con los indios de Guatemala, pero los hombre de maíz que pueblan sus páginas son los descendientes de aquellos que sobrevivieron a la Conquista, atravesaron diversas catástrofes de la historia guatemalteca y alcanzaron la época en la que Asturias los recreó en la primera mitad del siglo XX.