El 18 de marzo de 1978 acudí a los festejos de la expropiación petrolera en ciudad Madero. Lázaro Pizarro ocupó el estrado junto a La Quina, aunque en un claro segundo plano. Roibal me buscó al mediar el acto. Característicamente, no lo sentí llegar ni deslizarse hacia mí, sino hasta que me tocó por la espalada en un costado. Igual hubiera podido apuntarme con una pistola:
- Dice el jefe si se anima a platicar con él un rato- preguntó con un dejo de burla.
-Donde quiera- contesté sin darle tiempo.