En cualquier momento de nuestra vida podemos ser el malvado, el cobarde, aunque también el otro, el héroe, el santo. Lo cierto es que mientras existe el asombro, existirá la esperanza. Si Octavio Paz reivindica el olvidado asombro de estar vivos, María Emilia Chávez Lara nos lleva, de pasmo en pasmo, por un mundo de maravillas, espantos y monstruos que podrían ser nuestra otredad, nuestro espejo. Estética del prodigio muestra la magia de la ciencia una serie de portentos que causan vértigo en el alma y nos hacen comprender la afirmación de Jules Supervielle Con su aspecto perfectamente natural, lo sobrenatural nos rodea. Armando González Torres ha escrito María Emilia Chávez Lara comienza recreando, con destreza y seriedad de historiadora, las fascinación por los fenómenos y los portentos que experimentó el México del siglo XIX; prosigue hablando de los albores de la ciencia teratológica en México y finaliza reflexionando sobre la confinación del cuerpo anómalo y la alteridad aterradora como un mecanismo de exclusión de todo aquello que no se ajuste dócil y estrictamente a la norma estética y social. Sin embargo, más allá de lo significativo de la tesis, lo más importante son los giros de estilo, la soltura con que la autora se desenvuelve en distintos tonos de escritura, ya sea la evocación puntual, ya sea la fabulación narrativa, ya sean las intervenciones personales con su delicioso toque de humor y ligereza.