Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Entre un padre y un hijo suele haber una observación distante, recíporca no simultánea; un espejo cuya imagen, con el tiempo, se borra para develar otra nueva. Así, Mauro Libertella escribe sobre la muerte y recta final de la vida de su padre, uno de los autores de la ficción critica argentina, Héctor Libertella (la arquitectura del fantasma), e inevitable escribe sobr si mismo. En esta obra, avasalladora por la concentración emoncional racional en la que se mantiene, un narrador (el hijo) nace al ver partir a otro (al padre), un movimiento literario-filial que hace pensar en Paul Auster o Philip Roth.