Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
En 1939, el barco S.S. Saint Louis, con novecientos judíos que lograron huir de Alemania, estuvo
fondeado varios días frente al puerto de La Habana a la espera del permiso para los refugiados. El
niño Daniel Kaminsky y su tío esperaron en el muelle a que desembarcaran sus familiares, confiados
en que usaran ante los funcionarios el tesoro que portaban a escondidas: un pequeño lienzo de
Rembrandt que perteneció a los Kaminsky desde el siglo XVII. Pero el plan fracasó y el barco regresó
a Alemania, llevándose con él toda esperanza de reencuentro.
Muchos años después, en 2007, la noticia de que ese lienzo se subasta en Londres, provoca que el
hijo de Daniel, Elías, decida viajar a La Habana desde Estados Unidos para aclarar qué sucedió
realmente con el cuadro y su familia. Sólo alguien como el Conde puede ayudarle en la misión. Y en
los encuentros y las conversaciones sabremos que Daniel decidió cambiar radicalmente de vida y
que le atormentaba un crimen. También que ese cuadro, una imagen de Cristo, tuvo como modelo a
otro judío, que en la Ámsterdam del siglo XVII rompió todas las convenciones de clase y de religión
para trabajar en el taller de Rembrandt y aprender a pintar con el maestro.
Una impresionante fusión de los géneros policiaco e histórico en la pluma de Leonardo
Padura.