Los temblores de 1985 causaron daños severísimos y pérdidas irreparables, pero también marcaron el surgimiento de una nueva conciencia de los capitalismos, quienes confirmaron que ya nada podían esperar de un régimen corrupto, enfangado en la ineficiencia y la frivolidad. Por algunos días, los habitantes de la metrópoli tomaron en sus manos el orden y demostraron que no necesitaban de las autoridades impuestas.