Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Aunque parezca lo contrario, la tradición poética mexicana no es rica en la práctica del poema de raíz filosófica y reflexión metafísica. El referente más visible de esta arquitectura del pensamiento poético la seguimos encontrando en Muerte sin fin, de José Goronstiza. Sin embargo, esta vertiente de nuestra lírica nacional tiene otros referentes esenciales, entre ellos Jaime Labastida, cuya poesía es paradigma en cuanto a la exploración de los temas esenciales de la filosofía, la muerte, el paso del tiempo la vida en sus múltiples facetas, el dolor, la fragilidad del ser humano, la naturaleza, etcétera.