Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Al igual que en proyectos anteriores, Arnoldo Kraus y Vicente Rojo invitan a la aventura con palabras y colores, con verbos y líneas. Rojo no es un ilustrador, sino un cómplice lector con Kraus en el afán por hacer el inventario del mundo. El ensayista explora etimologías y hábitos esenciales, desmonta uno a uno sus argumentos y los vuelve a armar con belleza, sabiduría y sensibilidad, componentes que son igualmente del artista plástico: la suya es una casa de muñecas donde el pequeño tapete nos da la bienvenida: por sus ventanas, espejos del alma, se ven los pájaros como amos del aire que a todos nos dan vida; sus muros nos protegen y resguardan. Nos dan identidad.
Minúsculos universos que aspiran a descifrar el cosmos en que habitamos, los fragmentos que integran este libro son una invitación al viaje más fascinante: el que emprendemos alrededor de nosotros mismos. Escribe Kraus: «La habitación como extensión del cuerpo y como morada de las memorias es fundamental para cultivar el alma». Las Moradas es el título que Santa Teresa de Ávila eligió para uno de sus libros centrales. Mediante la palabra, y en este caso, a través de la metáfora visual que la acompaña, podremos tener acceso al orden superior que como especie nos está destinado
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