Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
«En este feliz país nuestro hay medio millón más de mujeres que de hombres. [...] Tantas mujeres solteras para las que no existe posibilidad de pareja. Los pesimistas las llaman vidas inútiles, perdidas y vanas. Ni que decir tiene que yo, como parte integrante de ese grupo, no pienso así.» Estas palabras de Rhoda Nunn, la heroína de Mujeres singulares (1893), que trabaja para «endurecer el corazón de las mujeres» y es un modelo de independencia para ellas, introducen acertadamente el problemático ambiente de esta novela, en la que el proyecto de emancipación feminista, en lo económico y en lo intelectual, se entrelaza con una ilustración profunda y acerada de los avatares del «corazón» comprometido en estas causas.