Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
En sus memorias, Eugene-François Vidocq dejó la base para que escritores como Edgar Allan Poe, Honoré de Balzac y Víctor Hugo crearan respectivamente a sus grandes detectives, la duplicidad del carácter de Vidocq, quien fue un criminal incidente y, a la vez, el primer director de seguridad nacional francesa, llevo a Víctor Hugo, padre del romanticismo francés, a dividir las características de aquel hombre en los dos protagonistas de su novela maestra Los miserables, obra que magníficamente retrata la Francia del siglo XIX.