Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Algo tienen de adictivos los relatos de Marie Luise Kaschnitz. Leer el primero llevará inevitablemente a hacerlo con un segundo, un tercero.
Los ambientes oscuros, las personas inquietantes, los comportamientos impropios de ciudadanos corrientes son sus ejes transversales, pero también, la calidez humana, la colorista alegría infantil o la resistencia ante la pérdida de la inocencia. Un trasatlántico que nadie parece comandar, un jardinero gigante e inocente al que tiranizan los niños o una mujer escondida en casa de un familiar de la persecución nazi nos sumergen en el magistral suspense psicológico que genera la gran autora alemana.
Introducirse en la galardonada narrativa breve de Kaschnitz nos hace volver a nuestra infancia, a la lectura de cuentos de miedo a la luz de una lámpara. A pesar del temor que nos crean, el ambiente mágico al que nos transportan hacen que no podamos renunciar a seguir leyendo.