Alfonso Reyes dijo de Goethe que si pecó por algo fue por querer aplicarlo todo al alcance de los sentidos, negándose a la mano oscura de la matemática o a las abstracciones filosóficas, y agregó: "nunca quiso pensar en el pensamiento, sino sólo en las cosas". Con su jugosa exposición, Alfonso Reyes nos pinta la existencia, obra y contorno del genio creador de Fausto.
En Izquierda y derecha Joseph Roth describe un mundo particular conformado a la luz de la posguerra luego de la Primera Guerra Mundial: el de la familia Bernheim. Paul y Theodor, hermanos, exhiben dos caracteres que emergen de una familia que se ha venido abajo, tanto a nivel económico como a nivel moral.
Todavía recuerdo aquel tiempo en el que todo indicaba que Paul Bernheim se convertiría en un genio. Era nieto de un comerciante de caballos que había ahorrado una pequeña fortuna e hijo de un banquero que no sabía lo que era ahorrar, pero que fue favorecido por la suerte. El padre de Paul, el señor Felix Bernheim, iba por el mundo portando un semblante despreocupado y arrogante y tenía muchos enemigos, aunque un cierto grado de necedad le hubiera bastado para ser apreciado por sus conciudadanos. Esa suerte fuera de lo común les generaba envidia. Y, como si el destino hubiera planeado llevarlos a la desesperación total, un día se ganó el gran premio de la lotería. La mayoría de la gente que gana un premio así suele mantenerlo en secreto, como si dicho suceso menoscabara la reputación de la familia. Pero el señor Bernheim, por miedo a que su suerte no fuera tomada con la hostilidad que se merecía, duplicó su desprecio por el mundo que lo rodeaba, redujo la cantidad de saludos que se ocupaba de repartir cada día y comenzó a responder los que recibía con distracción insensible e hiriente.