Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Gógol nos relata, en este clásico imperdible, la historia de Pável Ivánovich Chíchikov, un funcionario de origen incierto que llega a un pequeño pueblo ruso con un plan peculiar: comprar “almas muertas”, es decir, los siervos fallecidos que aún figuran en los registros oficiales de propiedad de los terratenientes. Chíchikov, sabiendo que todavía se pagaban impuestos por esos siervos, decide comprar estas “almas” a bajo costo con el propósito de utilizarlas como garantía para enriquecerse.
Las almas muertas es, en esencia, una crítica mordaz a la corrupción, la codicia y el vacío moral de la sociedad rusa de la época. A través de los diversos encuentros entre Chíchikov con los terratenientes, Gógol expone una amplia variedad de personajes grotescos, egoístas y absurdos, que representan los defectos de la sociedad y el deterioro moral de una Rusia del siglo XIX.