La historia del Santo Oficio de la Inquisición siempre ha fascinado a los histriadores y al gran público. Desde el siglo XVIII, en efecto, la institución encarna a la vez los excesos de la intolerancia y de la arbitrariedad. Sin embargo, los numerosos estudios sobre la cuestión permiten afirmar ahora que el temido tribunal no innovó en materia de procedimiento ni de penas, siendo a menudo más benigno que la mayoría de las instancias contemporáneas, tanto civiles como religiosas. Su papel fundamental consistió, más allá de la persecución de los herejes-disidentes, en fusionar en un molde ideológico común -el cristianismo bajo la forma del catolicismo apostólico romano- a los pueblos que formaban el imperio español, papel necesario y aún vigente en todos los Estados que buscan forjar, estimular o preservar el concepto de "nación", logrado ya no mediante la imposición de una ideología de carácter religioso, sino laico.
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