Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
En un mundo cada vez más sometido a las poderosas fuerzas globalizadoras, a influencias que paulatinamente disuelven lo idiosincrático y característico de las naciones, la lectura de Los Valores que unen a México (obra de la que aquí se ofrece el segundo volumen) nos devuelve consoladoramente a la senda histórica y moral de la pertenencia. Siguiendo el método propuesto en el libro I de la serie (dedicado al México prehispánico) se estudian aquí los paradigmas valorativos de la persona humana, para reconocer unos valores universales que sólo serán “mexicanos” dependiendo de la vocación y estilo con que se los viva cotidianamente en nuestra cultura. Este segundo libro, dedicado al México novohispano hasta 1650, insistirá en el diálogo moral evangelizador entre frailes y neófitos, caracterizando aquellos valores que pervivían del México antiguo, o bien señalando las transformaciones que experimentaron al abrirse en estas tierras la corola de la fe. Se ensaya en esta obra, un original intento de explicación de por qué la acendrada moralidad mesoamericana experimentó una cierta disolución con la evangelización –bajo cuyo amparo debió verse, en cambio, fortalecida–, postulando que ha sido el advenimiento de la escritura y el desmantelamiento de la estructura mnémico-cognitiva en que los antiguos mexicanos cifraban el orden y normas morales lo que motivó el ofuscamiento de hondas virtudes otrora muy conspicuas. Por otro lado, pocas veces se ha intentado desentrañar la trama de las especies de adivinación y superstición novohispanas consideradas como fenómeno religioso, así como exponer con rigor semejante el expediente de la moral sexual en la Nueva España. La exposición sistemática de más de 50 virtudes morales emanadas del discurso clásico de la filosofía realista enuncian bien este recio tratado de moral novohispana que tiene no sólo la virtud de señalar la valía y cuantía de nuestras raíces indígenas, españolas y aun negras, sino la de revalorar la fecundidad del diálogo parenético entre evangelizadores y evangelizados, contribuyendo a identificarnos como albaceas de una herencia ética milenaria, a caballo entre dos mundos que aún no acaban de reconocerse plenamente, y a la postre a reconciliarnos con nosotros mismos.