Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Lucinda Urrusti no tiende a generar ruido para llamar la atención. Pero su silencio no significa que desconozca las expresiones artísticas y estéticas contemporáneas. Tiene su propia visión y es determinante: "Nos invaden posiciones artísticas que son fáciles, rápidas, gritonas, violentas... Un enorme porcentaje de nuestros artistas pretenden demostrar que son jóvenes, valientes, revolucionarios y novedosos. Todo esto a través de creaciones que no implican cualidades permanentes. Y el arte, intrínsecamente, debe ser permanencia". Un analisis de conjunto de su producción permite advertir asombrosas realidades: No sólo que no ha dejado de producir sino que vive en ella un espíritu de búsqueda y de hallazgo, que le da un lugar dentro de las expresiones artísticas actuales. Más recientemente ha explorado con la cerámica y el arte objeto -con resultados muy originales-; y aún sueña con disponer de tiempo para retomar las técnicas del grabado que ha dejado pendientes.