Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
El teatro que se realizó en la Nueva España durante tres siglos recorrió los mismos caminos que los de la península: del Renacimiento al neoclasicismo, pasando por el incomparable momento barroco que representa el Siglo de Oro. A pesar de su desarrollo paralelo con la metrópolis, la literatura dramática novohispana fue incorporando las realidades humanas y sociales que configuraron una personalidad propia en los corrales y coliseos virreinales. En el Coloquio de Jonás, de Fernán González de Eslava (1534-1599), se combina la enseñanza moral con el mito bíblico y con un divertido cuadro de costumbres. La loa para El divino Narciso, de Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695), revela mucho de poder que ella tenía, tanto para expresar una visión de la Conquista con una ideología ambigua, llena de significados múltiples y diversos, como para proyectar esa visión con una fuerza escénica digna de su gran pluma, la última del Siglo de Oro. Y en la Pastorela de dos actos, conocida de manera popular y errónea como La noche más venturosa, José Joaquín Fernández de Lizardo (1776-1827) recurre a los procedimientos propios de la escena neoclásica para ponerlos al servicio de su proyecto de creación de una nueva identidad nacional. En suma, tres brillantes momentos que contribuyen a fundar una identidad dramática y escénica en México.